Cómo almacenar correctamente la leña (I)

A menudo olvidamos que el elemento más imprescindible en un buen fuego no es la chimenea, sino el combustible, la leña. Si no tratamos a la madera de la forma adecuada, no sólo estaremos desperdiciando dinero debido a la ineficiencia energética de nuestros fuegos, sino que además podremos encontrarnos con problemas tan desagradables como una plaga de insectos.

Hoy, desde Chimeneas LLofrío -Especialistas en Chimeneas-, queremos dar a nuestros clientes, amigos y seguidores algunos consejos sobre el almacenamiento y mantenimiento de la leña durante el invierno, así como algunos trucos a la hora de adquirir el preciado combustible para nuestra chimenea.

 

Cómo almacenar correctamente la leña (I)

 

Los tipos de madera

Cómo ya hemos visto en numerosos post de este blog, el tipo de madera es crucial a la hora de saber cuánto combustible -leña- precisaremos para pasar un cálido invierno. Si nuestra intención es estar cómodos en casa durante toda la estación, probablemente necesitemos hacer acopio de una cantidad importante de leña; sin embargo, no todos las maderas tienen el mismo índice de poder calorífico, es decir, no todas calientan por igual -desarrollan más grados centígrados- o se consumen a la misma velocidad.

La curación de la misma también es clave. Si la madera no está seca, no sólo será difícil encender un buen fuego, sino también mantenerlo vivo. Además, una madera no curada tiene un menor índice calorífico y supone un aumento del humo resultante de su combustión, lo cual aumenta el gasto en mantenimiento y limpieza de la chimenea. Para no equivocarnos, lo ideal es que los troncos o piezas de leña presenten grietas en la zona del corte.

Las maderas se distinguen por la densidad entre duras, blandas y mixtas. Normalmente, aquellos troncos que proceden árboles de hoja cauda suelen poseer propiedades que hacen de la madera dura por su densidad; mientras que los perennes, como las procedentes de coníferos, tienen una densidad menor, es decir, menor peso y emplean un menor tiempo para consumirse.

Los troncos procedentes de árboles de maderas densas tardan más en consumirse y logran mantener, por tanto, una temperatura constante durante más tiempo. Éste fenómeno supone un incremento considerable en la eficiencia energética de los mismos.

Aunque parezca mentira, este hecho también incidirá sobre el espacio de almacenamiento que necesitaremos para un invierno, ya que una madera dura, es decir, densa, precisará de un menor número de leños para producir el mismo calor y fuego en tiempo.

 

Seguridad ante todo

Es clave que encontremos un lugar seguro en el que almacenar nuestras provisiones de leña. Alguna gente olvida que la leña es, al fin y al cabo, combustible; es decir, la leña es material no sólo inflamable, sino que producir un buen fuego es su principal y único uso. Así que si debemos almacenar en gran cantidad este material, no deberemos hacerlo cerca puntos por los que la electricidad o el calor puedan suponer un riesgo de incendio para nuestro hogar. Por supuesto, apilar dentro de casa grandes cantidades de leña puede suponer un peligro para nuestra seguridad y la de nuestra familia, así que si no disponemos del espacio seguro suficiente en nuestra casa, deberemos almacenar cantidades pequeñas de leña.

Lo ideal sería colocar la leña fuera de casa, apilada bajo una superficie que pueda cubrirla de la lluvia, en caso de producirse; pero sin impedir la libre circulación de aire. Además, es importante como decíamos, que no existan ni aparatos ni tomas eléctricas cerca, así como tampoco resulta una buena idea que una gran cantidad de combustible -leña- comparta espacio con otra -gasolina- en nuestros garajes.