El combustible tradicional para chimeneas ha sido la madera desde siempre. Sólo con la llegada de la Revolución Industrial, el carbón primero y más tarde el gas, comenzaron a abrirse paso en los hogares. Sin embargo, la preocupación por nuestro medio ambiente y la repercusión negativa que los combustibles fósiles tienen sobre éste, ha vuelto a poner a la clásica leña en el punto de mira de los consumidores más concienciados.
La madera es la fuente tradicional de energía térmica más importante de la tierra, y por si fuera poco, es renovable. Además, si la combustión del material se realiza de forma eficiente, conlleva menos humo y CO2 que los combustibles fósiles.
Sin embargo todo esto depende del tipo de leña que consumamos y cómo gestionemos la combustión de modo que logremos la máxima eficiencia energética de la misma. Para conseguir este propósito, el primer paso es elegir convenientemente la madera, atendiendo a unos aspectos cruciales de la misma. A saber, su contenido de humedad y la densidad del material.
El contenido de humedad de la madera tiene una relación directa con su poder calorífico, ya que las partículas de agua alojadas en la misma deben evaporase antes de que la madera se queme. Este proceso retrasa la liberación de la energía, sobre todo si lo que buscamos en energía calorífica útil, es decir, aquella que caliente nuestra casa. Con respecto al humo, si logra encenderla adecuadamente, la leña húmeda generará alquitranes y humo denso, que además aumenta el peligro de incendio por los residuos que éste deja en la salida de humos de nuestra chimenea. Además, si su chimenea tiene vidrios, sepa que el uso de troncos húmedos empaña los cristales y los oscurece rápidamente. Algo similar ocurre con la madera verde, es decir, también húmeda y que tiene un poder calorífico de la mitad con respecto a la madera seca.
A la hora de adquirir leña, debemos asegurarnos de esté curada. Existen algunas propiedades características de la madera bien seca, lista para emplearse como leña. Por ejemplo, si se observan grietas en forma de radios en el corte del tronco o si podemos desprender con facilidad la corteza de la misma.
Con respecto a los tipos de madera también existen numerosas opiniones y discusiones acerca de cual es mejor. Normalmente, los vendedores le harán saber qué tipo de madera están comercializando, expresándoles si ésta es blanda, mixta o dura. En general, se conoce como maderas duras a aquellas procedentes de árboles de hoja caduca, es decir, ancha, y cuya madera tiende a tener una mayor densidad. Entre las maderas blandas tenemos a las coníferas y muchas especies de hoja perenne. La madera con una densidad mayor tiende a emplear más tiempo para consumirse, lo que aumenta, además su poder calorífico. Dado que la madera se mantiene en combustión más tiempo, no existen picos o cambios bruscos de temperatura, algo que mejora de forma ostensible la eficiencia energética de su chimenea, ya que podrá calentar su casa, por más tiempo, empleando el mismo espacio.
Así que para muchos, la clave está obtener la madera atendiendo al volumen que ocupa la misma, en lugar de a los m3 a fin de obtener mayor rendimiento en kilovatios hora.